EL TIEMPO DEL HIJO, DAVID MONTERO
Dramaturgia y dirección DAVID MONTERO Colaboración en dramaturgia y dirección JAVIER BERGER Iluminación y acompañamiento artístico DAVID LINDE Espacio sonoro ELENA CÓRDOBA (NOVIA PAGANA) Espacio escénico y diseño gráfico LUGADERO Movimiento escénico VANESSA AIBAR Fotografía y vídeos CAROLINA CEBRINO Producción LASUITE
En escena DAVID MONTERO & AUSENCIAS
ESTRENO ABSOLUTO
SI YO FUERA MADRE (2020) Y EX. EL FINAL DEL SIMULACRO (2022) FUERON LAS DOS PRIMERAS ENTREGAS DE LO QUE SE CONVERTIRÁ, CON LA PRESENTACIÓN DE EL TIEMPO DEL HIJO, EN UNA ARRIESGADA TRILOGÍA AUTOFICCIONAL DONDE DAVID MONTERO PROFUNDIZA EN SUS SEÑAS DE IDENTIDAD.
DESDE HACE AÑOS, EL DRAMATURGO, CANTAOR, ACTOR Y PEDAGOGO VIENE ELABORANDO UN LENGUAJE QUE SE NUTRE DE LO AUTOBIOGRÁFICO PARA INDAGAR EN LO POLÍTICO.
En esta ocasión, el dramaturgo parte de la muerte de su madre un mes antes de estrenar su obra anterior, EX. El final del simulacro, para volver su mirada sobre otro de los grandes asuntos del presente: la disolución del estado de bienestar y su efecto más acusado en las personas mayores.
Si en las dos piezas anteriores Montero se había convocado a sí mismo como padre fallido o exmarido, en esta ocasión, comparece en el lugar que le deja esa muerte: el de hijo, ya para siempre. Y por eso, del mismo modo que en las obras anteriores se acompañaba de las personas reales vinculadas a las heridas que nombraba, en esta ocasión estará inevitablemente solo para nombrar una ausencia ya irreparable.
El tiempo del hijo, su cuerpo, la constatación de la desaparición de quien le dio la vida y, con ello, la certeza de su propia finitud, dialogan entre sí y con la escena ante el público que, como dejó dicho Dominguín, es la muerte.
Las siguientes palabras de Montero son toda una declaración de intenciones sobre el asunto de esta nueva pieza: De niño yo no era el hijo, era un niño. Ahora, de adulto, soy el hijo. Nada más y para siempre. Así que este tiempo que me toca vivir es el tiempo del hijo, al que todos llegamos a cierta edad. Esos pensamientos me dieron una sensación febril. Así que, como siempre que tengo fiebre, pensé en mi madre, en que sólo una madre cuida con esa absoluta dedicación e incondicionalidad, pensé en que a mí ya nadie me va a cuidar así, pensé en que las cenizas de mi madre seguían en mi casa. Me encendí un cigarro y me acordé de aquella frase de Nabokov: con suerte, algún día todos seremos huérfanos. Esa misma tarde empecé a escribir esta obra.
El tiempo del hijo será una producción atravesada por múltiples interrogantes. Preguntas —las que el propio autor se hace— a las que todos, consciente e incoscientemente, intentamos dar respuesta: ¿hasta cuándo seguimos siendo?, ¿cómo sobrevivir a la desaparición de la identidad cuándo permanece la presencia física?, ¿qué son los cuidados y quiénes los asumen?, ¿cómo afronta esta sociedad uno de sus grandes retos de futuro? La esperanza de vida aumenta, la natalidad no y la necesidad de cuidar a nuestros/as mayores es acuciante.
